- Septiembre 2013
- Acrílico sobre tela, 100×50 cm
- Colección Particular
Esta vista de la calle San Pedro de Osuna, nos traslada hacia un punto de tranquilidad, dejando atrás las casas palacio más emblemáticas de la calle y por consiguiente, mostrando al espectador una perspectiva de carácter íntimo y sentimental, donde el campanario de la Iglesia-convento de San Pedro adquiere una gran importancia dentro del cuadro. Las formas simples se van poco a poco pronunciando a medida que la calle se aleja, desde los balcones de la primera casa, algo más desarrollados, hasta una simple forma poligonal donde es representada la Iglesia. Continuando con esa identidad que ha marcado gran parte de toda su obra, Pablo Valle utiliza esas ya conocidas tonalidades frías, incluyendo en este caso colores ocres y tierras para destacar el elemento principal de la obra, el campanario de la Iglesia-Convento de la calle San Pedro. Destacar el pequeño punto plateado que hace referencia a una de las placas de médicos más conocidas de la calle.
Escenario vivo de nuestra historia
Dentro del urbanismo local, el caso de la calle San Pedro de Osuna, en Sevilla, es de una singularidad e importancia reconocida a nivel internacional, en ella encontramos un conjunto de viviendas señoriales de distintas épocas con un denominador común: “la cálida en su diseño y en la de ejecución de los mismos”. Además, en esta calle conviven en perfecta armonía lenguajes plásticos de distintos estilos, generando todo ello un conjunto excepcional tanto en cantidad como en diversidad.
Este conjunto no es fruto de la casualidad sino de una cuidada planificación y control de dicho espacio desde un primer momento que se ha mantenido por los distintos poderes públicos municipales a través del tiempo. Por lo tanto, los espacios y edificaciones que en el conviven son fruto de un plan previo y preciso y no una cuestión de azar.
Desde el inicio del trazado de la calle en la primera mitad del siglo XVI- como consecuencia de la expansión del pueblo-se proyecta un espacio urbano excepcional y mimado. Desde un primer momento se cuida su traza, dándole una amplitud inusual para la época en un ámbito local. Aunque, cabe destacar que su alineación se vio afectada por dos edificios preexistentes que la limitaron: la antigua iglesia-convento de San Pedro, que daría nombre a la nueva calle, y un antiguo molino posiblemente de origen árabe.
La calle San Pedro se convirtió, junto con la calle del el Camino Real de Sevilla, en una de las arterias principales del pueblo donde se establecieron las casas principales de las familias más pudientes.
El celo sobre este espacio se ha mantenido a través del tiempo no pudiendo actuar los propietarios de sus casas a su libre albedrío, teniendo que justificar y someter a autorización ante el Concejo de la Villa las intervenciones y obras sobre dichos terrenos. Así parece curioso como Andrés Tamayo Barona, posterior marqués de Casa Tamayo, justificara la ocupación de parte de la calzada con una nueva portada aludiendo a que ayudaría a realzar y embellecer la calle.
El paso del tiempo ha convertido a la calle San Pedro en un magnifico catálogo del caserío señorial andaluz de los siglos XVI, XVII y XVIII, imprescindible para el estudio y deleite de la arquitectura palaciega andaluza, tanto por la diversidad y calidad de sus construcciones como por el conjunto en sí. Su disposición en un espacio abierto y público la convierte, además, en un espacio vivo y autentico, creando una infinidad de perspectivas inigualables que proporcionan al espectador una experiencia estética sorprendente y única.
La convivencia con estos escenarios nos hace participes de los beneficios del arte. El sentido de la proporción, la armonía y la belleza han impregnado a los ursaonenses hasta tal punto que, incluso sin pretenderlo se han visto influenciados y educados por un espacio público de unas calidades excepcionales.
Cuando la creación humana consigue realidades de una calidad excepcional y única- sublime-, en las que sus valores le son inherentes e indiscutibles, al ser aceptados por todos los sectores de la sociedad, estas se convierten en irrefutables Obras de Arte.
La obra
Acorde con su carácter intimista y sereno, Pablo ha escogido para su obra la perspectiva de la calle San Pedro más sentimental, íntima y significativa de su experiencia vital. Con gran simplicidad de recursos y el uso de colores planos, donde todos los elementos de la realidad se funden en una masa continúa sin desaparecer el concepto de su esencia. Todo ello permite al espectador, al igual que en la imagen real, participar de una experiencia estética única en la que los escasos matices sugieren lo necesario para su interpretación. Para ello se pone en práctica un juego de formas y colores de manera muy personal donde lo anecdótico desaparece, y la luz de la escena manifiesta lo realmente importante e incluso matices de lo que acontece fuera del ángulo de visión.
Pablo se refugia en la esencia de la imagen, del retrato, la esencia de las forma, y nos trasmite su visión del conjunto donde lo individual parece no existir e incluso lo casual se incorpora sin timidez.
Antonio Martín Vazquez