- Octubre 2012
- Acrílico sobre tela, 60×120 cm
- Colección Particular
Situada en el centro de Edimburgo, conectando la plaza de Grassmarket con la Royal Mile, Victoria Street es una arteria vital de la ciudad transitada diariamente por multitud de personas. Resalta la representación en el cuadro de la icónica tienda de disfraces que en su fachada cuenta con una nariz y bigotes postizos. Destaca la calle con una forma curva en ascenso donde el principal elemento representado es la arquitectura. Los edificios son delimitados con cortes lineales, casi rectos, como si de una ilustración se tratara. Es en Victoria Street donde comienza una particular visión de la arquitectura de los lugares visitados por Pau. El escaso contraste de colores tanto en los edificios como en el cielo, delatan la jornada meteorológica que acompaña diariamente a la ciudad escocesa, frio, lluvia y, en muchos casos, viento gélido. Pablo nos intenta transmitir, con este cuadro, esa sensación de tristeza y frialdad, pero a la vez de calidez y melancolía de Edimburgo, dos caras de una ciudad que no pasa desapercibida para el visitante.
La presencia de una ausencia
En la historia pictórica uno de los elementos más recurrentes es el retrato paisajístico o monumental en el que, por contraposición al retrato que no esconde la subjetividad del pintor, éste se caracteriza por intentar plasmar la realidad tal cual es. Ésa ha sido una constante en la historia del arte hasta que el impresionismo hizo confluir la visión personal del artista con la realidad que éste observa. Mucho ha llovido desde entonces, pero Pablo Valle parece continuar inevitablemente con esa corriente. Resulta relativamente sencillo observar una serie de patrones comunes en sus obras, los tonos fríos, azules, grises y negros resaltados por los reflejos dorados y plateados -sello personalísimo de Valle, que los domina con soltura- hacen que sus obras sean reconocibles y perceptibles donde quiera que estén. Sin embargo hay un rasgo muy identificativo de sus cuadros que a menudo pasa desapercibido por el público. Si observamos atentamente, todos los paisajes urbanos que Pablo Valle retrata se caracterizan por la ausencia total del elemento humano. Este cuadro en cuestión, que retrata la concurrida calle de Victoria Street en Edimburgo, es un fiel ejemplo de ello.
Situada en el centro de Edimburgo, conectando la plaza de Grassmarket con la Royal Mile, Victoria Street es una arteria vital de la ciudad que siempre está atestada de turistas, transeúntes de camino a sus trabajos o simple paseantes que fijan su atención en los numerosos comercios de la zona. Es el tipo de calle que uno nunca parece encontrarla vacía, más bien al contrario, siempre está en permanente ebullición. Por eso resulta tremendamente interesante cómo Pablo Valle ha elegido esta calle y no otra para plasmar su particular visión de Edimburgo, como si el encuentro del artista con su entorno (no olvidemos que Valle vivió en la capital escocesa) se plasmase en una visión única que sólo comprende al artista y la ciudad, sin la mediación de tantos espectadores y vidas ajenas al momento de conjunción entre la subjetividad de Pablo Valle y la objetividad avasalladora de los edificios de Victoria Street. Una soledad, la del artista ante su obra, que evoca a otros autores como Hopper u Hockney, verdaderos expertos en plasmar la soledad de un momento o, como hemos titulado a esta reseña, la presencia de una ausencia.
Pablo Valle es consciente de este elemento, por eso escoge lugares reconocibles por los que han visitado las ciudades que plasma. Resulta especialmente brillante el haber resaltado una icónica tienda de disfraces que en su fachada cuenta con una nariz y bigote postizos, cualquiera que haya estado en Edimburgo tal vez no recuerde Victoria Street o muchas otros callejones, pero nunca olvidaría haber pasado por esa fachada, como haciendo un guiño a todos los que conocen la capital escocesa lejos de su ruta turística y que hace de este cuadro, una verdadera experiencia vital y personal.
Gonzalo Luque Mazuelos